Durante un tiempo en la década de los noventa, hacer adaptaciones de obras de Shakespeare se volvió una moda en Hollywood y casi siempre bajo la batuta del inglés Kenneth Branagh, que se volvió sinónimo con las celebradas obras del Bardo. Pero, como cualquier moda pasajera, esta costumbre se fue perdiendo (así como muchos siguen esperando que la fiebre de los remakes se acabe algún día), hasta que Shakespeare dejó de ser tan común. Es por ello que cada nueva adaptación es recibida por fanáticos con mucho entusiasmo, como es el caso de El Mercader de Venecia.
Bajo la dirección del inglés Michael Radford – recordado por la emotiva Il Postino y por darnos a muchos el incontable placer de contemplar a una desnuda Asia Argento en B Monkey – la película narra las desventuras de Bassanio (Joseph Fiennes), que en la Venecia antigua está perdidamente enamorado de la deslumbrante Portia (Lynn Collins), una mujer que somete a todos sus pretendientes a una dura prueba con tres cofres para ver si son dignos de ella. Al no tener ni siquiera el dinero para ir a verla, Bassanio pide ayuda a su mejor amigo - y si se creen algunas maliciosas interpretaciones, también amante – Antonio (Jeremy Irons), que se encuentra tal vez en igual o peor situación. Sin remedio, acuden al judio Shylock (Al Pacino), un prestamista resentido por años de maltrato de parte de las autoridades venecianas hacia su pueblo.
Según los entendidos, la obra original de Shakespeare es una comedia, pero uno no se da cuenta viendo esta adaptación. Aunque sí existen momentos ligeros, particularmente cuando los pretendientes de Portia sudan frío con la prueba de los cofres (que hace a uno pensar si de veras vale la pena tanto circo para casarse), el resto de la película transcurre con muchas dosis de drama y seriedad, utilizando los diálogos originales.
Tal vez esto no haya tenido mucha relevancia en los tiempos de Shakespeare, pero lo cierto es que esta obra a ratos es bastante anti-semita. Shylock no es una caricatura, pero sí tiene unas marcadas características que muchos malpensados asocian con la comunidad judía: avaro, una fiera para los negocios, egoísta y frío como el hielo. Pero más que nada esto se siente en como lo tratan durante la película: al igual que sus compatriotas, se encuentra marginado dentro de Venecia y al final, luego de una lograda y tensa secuencia en una corte, no sólo le quitan todo lo que tiene, sino que lo humillan de la peor manera posible al obligarlo a convertirse al Cristianismo mientras todos se ríen y le escupen a los pies. Estoy seguro que esa no era la intención, pero a ratos se siente.
Es interesante entonces que Shylock sea el personaje más interesante de la película y mucho de esto tiene que ver con la lograda interpretación de Al Pacino. A pesar de caer en lapsos muy propios de su estilo (léase: gritar mucho), el actor logra hacer del judío una figura torturada, que no hace las cosas por malicia sino como una retribución por el maltrato recibido por su pueblo durante años. Shylock sabe que es una persona resentida, que actúa motivado por venganza y un odio no revelado hacia Antonio y basta con ver sus ojos para ver un alma cansada, que no quiere soltar la idea de conseguir retribución. Pacino entrega una sólida actuación, que, aunque bien secundada, eclipsa a todas las demás.
El mayor obstáculo a la hora de enfrentarse a una adaptación de Shakespeare es el diálogo. Escrito en inglés antiguo, a ratos se alarga en unos incesantes monólogos que amenazan con poner a uno a dormir; pero una vez que uno se acostumbra a que se necesiten más de cinco minutos para decir algo que se pueda expresar en pocos segundos, se encuentra con unos diálogos poéticos, muy bien construidos. El problema está en condensar una obra de teatro en dos horas, lo que significa que hay muchas escenas de más, incluida una torpe e inútil secuencia final entre dos parejas de amantes discutiendo por unos anillos perdidos; una escena que no tiene ni pies ni cabeza y tampoco venía al caso. Para mí, la película termina junto con la caída de Shylock, quien reitero, es el elemento más interesante del film.
No puedo negar el impecable trabajo técnico. Filmada en Venecia, con su antigua y bella arquitectura, esta película tiene la capacidad de transportarte a la ciudad en épocas pasadas, en todo su esplendor (y con olor a desagüe), a través de una lograda fotografía y una impecable banda sonora que pareciera una corte de juglares está tocando a tu costado. Radford no escatimó esfuerzos y lo cierto es que El Mercader de Venecia es una película bonita de ver. Cuenta además con una historia interesante, producto de una de las plumas más reconocidas de la literatura. Tengo que agradecer a la amiga con la que la fui a ver; creo que sin ella ni me hubiese enterado que existía. Entretenida película que, a pesar de sus fallas, es una grata sorpresa dentro de la cartelera local.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo en que shylock resulta el personaje más interesante, pero falto acotar el asunto este del bendito k. Una obra maravillosa, como todo shakespeare. Por como hablas, presiento que la amiga con la que fuiste era re churra
Ultima (que se conozca) adaptación de la célebre obra de ese tal Shakespeare, famoso guionista de Hollywood, al decir de no pocos productores ejecutivos jóvenes que pululan por el negocio del Séptimo Arte (aunque para ellos no sea más que Negocio, así con mayusculas).
Es muy fiel, lo que es a la vez, ventajoso y negativo para el resultado final.
Es preciso decir que resulta interesante y entretenida, por lo que se puede considerar una buena película....que no convence del todo, aunque sí gusta.
La mayor tara es su larga duración, con ese largo epílogo, demasiado fiel a la obra literaria y del que se podría y quizás debería haber prescindido para un mejor acabado. Pero quizás sería traicionar al inmortal bardo.
Por lo demás, ofrece lo que se espera de ella, buena ambientación, excelentes diálogos y unas interpretaciones logradas, dejando lucirse prácticamente a todo el elenco. Yo destacaría, no obstante, a la exquisita Lynn Collins, en el difícil papel de Porcia. También Al Pacino está bien, sobre todo en la parte del juicio, donde da el do de pecho.
Sin embargo, lejos de quedarme con cualquier escena en la que Pacino da rienda suelta a su buen hacer interpretativo, me quedo con el largo momento en que Bassanio y su fiel amigo llegan a conocer a sus damas y, sobre todo, los quince minutos o así, seguidos de la carta por parte de Bassanio donde le dan malas nuevas de la situación económica de su querido amigo Antonio. La despedida entre los cuatro amantes es bellísima.
En cuanto al áspero asunto sobre si la película se ha alejado del espíritu antisemita de la obra original, hay que decir que se puede interpretar que no, dadas los estupendos razonamientos por parte del judío Shayloc y sus adversarios cristianos en el juicio final. Las dos partes dicen verdades como puños, aunque lejos de resolver las diferencias entre ellos, prima al final la venganza pura y dura (como se suele decir).
En resumidas cuentas, una buena película que, no obstante, podría haber sido mejor si Radford hubiese tenido más imaginación y menos respeto a Shakespeare. Pero seguramente eso es pedir demasiado.
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