La inesperada muerte de Heath Ledger en enero se llevó tempranamente a quien, poco a poco, se estaba perfilando como uno de los mejores intérpretes de su generación. A pesar de parecer al principio otro nuevo galán cara bonita, empezó a demostrar lo contrario, primero con su pequeño pero importante papel en Monster’s Ball y luego como el confundido vaquero Ennis del Mar en Brokeback Mountain. Ha sido una pérdida de un talento emergente; mientras se prepara su esperada interpretación del Guasón en la próxima entrega de Batman, no queda más que pasar revista a su corto pero sólido currículum. Tal es el caso de Candy, un film independiente de Australia de bajo perfil. Es una de sus mejores actuaciones.
Esta es la historia de Dan y Candy, una joven pareja; él es un aspirante a poeta y ella es una talentosa pintora. Ambos son bohemios, enamorados y al parecer viviendo un romance de fantasía. El problema es que son heroinómanos y la adicción, poco a poco, los destruye.
En su retrato de una juventud destruida a causa de las drogas, el film no es muy distinto de la brutal Réquiem por un Sueño, de Darren Aronofsky. No llega a los límites impactantes de ésta, y el director Neil Armfield tampoco echa mano de los trucos de cámara y edición que Aronofsky usó para crear su chocante segunda película, pero el mensaje es el mismo y se llega a sentir.
Dan y Candy son una de esas parejas que uno quiere ver felices; es triste verlos sucumbir a su adicción, al punto en que la droga se convierte en su principal motivación, llevándolos a extremos cuestionables: él se dedica al robo y la estafa mientras ella se prostituye. Pronto, sus sueños quedan de lado y ambos se encuentran perdidos, sin brújula y dentro de un hoyo del que es muy difícil salir.
Sin embargo, Armfield cree en la redención; su visión no es tan pesimista como la de Aronofsky y a pesar del deterioro de su pareja protagónica, incluye un final que trae consigo una esperanza de recuperación y felicidad.
Películas sobre los efectos de las drogas y la adicción hay bastantes, y esta no busca cambiar el esquema. Su fuerte está en presentar a dos protagonistas humanos, con fallas, a quienes dan ganas de apoyar. Esto es gracias al buen trabajo de ambos intérpretes. Ledger hace de Dan un bohemio sin rumbo, de buenas intenciones pero incapaz de asumir responsabilidades consigo mismo y con su pareja. Abbie Cornish, por su parte, muestra valor y solidez en el papel de Candy, que sufre tal vez más que él. Una fuerte y cruda secuencia en la que ambos tratan de dejar la droga sin ayuda por tiempo prolongado – con chocantes consecuencias – deja claro el compromiso que ambos tomaron con sus papeles.
Candy es una historia fuerte y a ratos incómoda, pero no por eso menos fascinante, mostrando los nefastos efectos que pueden tener las drogas sobre la juventud en general. Heath Ledger, por su parte, ha dejado como legado un papel bien trabajado, una muestra de la capacidad de un actor que aún tenía mucho que dar.
Esta es la historia de Dan y Candy, una joven pareja; él es un aspirante a poeta y ella es una talentosa pintora. Ambos son bohemios, enamorados y al parecer viviendo un romance de fantasía. El problema es que son heroinómanos y la adicción, poco a poco, los destruye.
En su retrato de una juventud destruida a causa de las drogas, el film no es muy distinto de la brutal Réquiem por un Sueño, de Darren Aronofsky. No llega a los límites impactantes de ésta, y el director Neil Armfield tampoco echa mano de los trucos de cámara y edición que Aronofsky usó para crear su chocante segunda película, pero el mensaje es el mismo y se llega a sentir.
Dan y Candy son una de esas parejas que uno quiere ver felices; es triste verlos sucumbir a su adicción, al punto en que la droga se convierte en su principal motivación, llevándolos a extremos cuestionables: él se dedica al robo y la estafa mientras ella se prostituye. Pronto, sus sueños quedan de lado y ambos se encuentran perdidos, sin brújula y dentro de un hoyo del que es muy difícil salir.
Sin embargo, Armfield cree en la redención; su visión no es tan pesimista como la de Aronofsky y a pesar del deterioro de su pareja protagónica, incluye un final que trae consigo una esperanza de recuperación y felicidad.
Películas sobre los efectos de las drogas y la adicción hay bastantes, y esta no busca cambiar el esquema. Su fuerte está en presentar a dos protagonistas humanos, con fallas, a quienes dan ganas de apoyar. Esto es gracias al buen trabajo de ambos intérpretes. Ledger hace de Dan un bohemio sin rumbo, de buenas intenciones pero incapaz de asumir responsabilidades consigo mismo y con su pareja. Abbie Cornish, por su parte, muestra valor y solidez en el papel de Candy, que sufre tal vez más que él. Una fuerte y cruda secuencia en la que ambos tratan de dejar la droga sin ayuda por tiempo prolongado – con chocantes consecuencias – deja claro el compromiso que ambos tomaron con sus papeles.
Candy es una historia fuerte y a ratos incómoda, pero no por eso menos fascinante, mostrando los nefastos efectos que pueden tener las drogas sobre la juventud en general. Heath Ledger, por su parte, ha dejado como legado un papel bien trabajado, una muestra de la capacidad de un actor que aún tenía mucho que dar.
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