martes, mayo 13, 2008

Confesiones en una Sala de Cine


Ir al cine puede ser todo un evento, si es que uno está propiamente mentalizado. El comprar canchita, un gran vaso de gaseosa, estar sentado en una sala oscura viendo los avances de las películas que se vienen, ya sea solo, o con amigos, o con tu pareja (o prospecto de pareja), se ha convertido en todo un evento social. Y aunque la piratería sea la reina indiscutible en el panorama cinefilo limeño, ir al cine nunca está pasado de moda y si lo dejas, es toda una experiencia.

Claro, no está exenta de sucesos raros. El público que va al cine se ha constituido como una fauna con comportamientos propios, dignos de un documental del Animal Planet. De seguro alguien que lleva años yendo al cine ha podido quedarse con todo un historial de anécdotas, algunas que dan risa, otras que lo hacen cuestionarse porque va al cine en primer lugar. Haciendo memoria, puedo acordarme de varias.

Scream
Ver una película de terror con toda una fila de quinceañeras detrás es soplarse hora y media de gritos, canchita que te cae en la cabeza y patadas en el asiento sólo porque en la pantalla se abrió una ventana, pasó un gato o simplemente la música subió de volumen.

Sexto Sentido
Día de estreno de una de las películas más esperadas de aquel lejano año 99, sala llena. Minutos antes de develarse el gran giro de la película, el que algunos se estaban esperando y otros no, mi amigo no se contiene y grita: “¡Espera, el huevón está muerto!”. Lo que nos gritaron en ese momento prefiero no reproducirlo.

Aulas Peligrosas

Me di cuenta bastante tarde que las dos chicas (no muy agraciadas, por cierto) con las que fui a ver esta película sólo lo hicieron para venerar al entonces mocoso Elijah Wood. Entonces, cada vez que Mister Frodo aparecía en pantalla, gritaban y se ponían a meter bulla digna de una pajarería. Uno diría que estaban al borde del orgasmo. Un poco avergonzado, miré para un costado y me encuentro con tres primos sentados en la misma fila que estaban buscando con mala cara a la persona que estaba metiendo ruido. Trágame tierra.

Dragon Ball Z: La Película de noséquediablos
Esta si que es para tener vergüenza: tan fanáticos éramos yo y mi primo de esta bendita serie que corrimos a ver la película. El público a las tres de la tarde estaba conformado por un millar de mocosos ruidosos que preferían tirar basura por todas partes y correr por la sala lanzándose kamehamehas de mentira. Para remate, la película duró apenas una hora: un robo, considerando los altos precios que suele cobrar el Cinemark Jockey Plaza. Juré desde ese día no volver a ver películas animadas en el cine. Tan picados quedamos que volvimos esa misma noche a la función de las doce para ver cualquier cosa, que resultó ser Una Pareja Explosiva.

Titanic
Todos sabemos lo que fue Titanic: chicas que la vieron más de diez veces sólo para babear por Leonardo DiCaprio, todo el mundo llorando a mares y la maldita canción de Celine Dion sonando por todos lados. Esto le pasó al amigo de un amigo: tan mala le pareció la película, que en su mismo día de estreno salió enojado de la sala, se paró detrás de la cola para la siguiente función y gritó a todo pulmón: “¿Les cuento el final? ¡El huevón se muere!” Una de esas cosas que uno desearía haber hecho, o al menos haber estado ahí.

Voraz
Estaba en mi casa sin ganas de salir, cuando me llama un amigo para ir al cine. Me negué, pero tanto insistió que al final salí volando a Larcomar, que no me quedaba cerca. Llego y mi amigo está con una chica con la que estaba saliendo, dizque su enamorada, dejándome a mí de inesperado violín (Dicho sea de paso, una de las cosas más humillantes que se le puede hacer a alguien). Me vieron enojado, así que me dejaron escoger la película y ahí estaba Voraz, aquella comedia negra sobre caníbales en la Guerra Civil Americana. Con el diablo en el cuerpo, la escogí, les dije que era un drama de época y me entretuve como nunca; no así los tórtolos, que quedaron tan asqueados que se olvidaron hasta de agarrarse de la mano. La venganza es dulce.

Terminator 3
Hice una buena amiga por Internet y al momento de conocernos en persona, decidimos ir al cine. Por razones de tiempo, entramos a ver Terminator 3. Yo feliz, siendo gran fánatico; la película me encantó. Ni bien acaba, mi amiga me dice: “¿Tu viste las otras dos? Yo no.” Aprendí más adelante que hay películas más idóneas para llevar a una persona del sexo opuesto.

El Cubo
Me moría de ganas de ver El Cubo, una película caleta de ciencia ficción canadiense que apenas estaba en un par de salas. No sé porque, fuimos con un amigo al Jockey, donde obvio, no la estaban dando; entonces era cosa de ir al Pacifico, pero a mi amigo le dio un complejo de Marco Polo explorador y dado que no estábamos apurados, decidimos aceptar el reto de caminar hasta Miraflores. Casi tres horas después, llegamos exhaustos al cine y la película llevaba media hora de empezada. Usamos lo último de nuestras fuerzas para llegar a Larcomar, donde tampoco la estaban dando. Me debatí entre agarrar a cachetadas a mi amigo, o a mi mismo por atracar a la caminata, o simplemente desmayarme del cansancio. Fuimos a verla al día siguiente, esta vez en taxi, y valió la pena: se convirtió en una de mis películas favoritas.

La Lista de Schindler
Tenía creo nueve o diez años. ¿A que profesor se le ocurre llevar a un grupo de mocosos hiperactivos de nueve años a ver una película de casi tres horas en blanco y negro sobre el Holocausto? No me acuerdo de nada de esta película; tengo pendiente verla de nuevo algún día.

Liberen a Willy
En Honduras, en el campamento minero donde vivía, la ciudad más cercana estaba a dos horas; era costumbre entonces tomarse un fin de semana, ir a la ciudad, relajarse, hacer las compras y claro, ir al cine. Así fue como ví la película de la ballena, que no me pareció mala pero tampoco genial. Días después, acompañamos a una amiga de mi mamá a la ciudad de nuevo, y su hija quiso ir a ver Liberen a Willy. No me pude librar. Llegando de la ciudad, prendemos la tele y la estaban estrenando en cable. La hija quiso verla otra vez. Vi esta película tres veces en una semana, cada vez más mala que la anterior. Terminé odiándola, hasta el día de hoy.

Il Postino
Hay películas que uno siente las vio en el momento equivocado; aún no era lo suficientemente maduro como para entenderlas, tal vez; o era muy intranquilo como para ver películas digamos, más profundas. Eso me pasó con esta: me quedé dormido cuando Neruda le enseñaba a Massimo Troisi a escribir cartas de amor y cuando desperté, el cartero estaba muerto y la esposa vivía sola con el hijo.

Matrix Revoluciones
Con dos amigos hicimos algo bien de pueblo: vimos la película con nuestras bolsas tamaño Jumbo de Lay’s y Doritos, una botella de tres litros de Sprite y vasos de plástico que metimos en una mochila. Y por ahí creo que andaba con bolsitas de maní. Picnic improvisado, con la sala llena.

Leones por Corderos
No es buena idea ver una película que es puro diálogo sobre política teniendo una fiebre alta, con nauseas y mareos: una hora y media llega a parecer el triple

Sweeney Todd
Nada malo con la película; pero no sé que problema hubo que se demoró en empezar y el cine puso una vez tras otra un comercial bastante críptico de T-Copia, con fotos de gente como Einstein o Proust, un comercial barato y monótono que parecía hecho en PowerPoint. Después de veintitantos minutos de ver sin parar esas imágenes, con una somnífera música clásica de fondo. Resolví nunca en la vida ir a T-Copia, con quienes ya había tenido una mala experiencia cuando quise imprimir mi reportaje de título en tamaño tabloide y me mecieron por una semana solo para decirme que no podían. Para remate, estaba el infaltable 20 Pirata: me encantaría saber a quien se le ocurrió ese comercial para meterle soberana patada en el culo.

El Nominado
No pasó nada especial, pero no pierdo oportunidad de mencionar que está película chilena es una porquería de aquellas; aún no me creo el haber pagado entrada.

Creo que este tipo de anécdotas nunca se van a acabar. Pero eso es justamente parte del chongo de ser cinéfilo. Si es que quieren compartir anécdotas, bienvenidos sean.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te pasaste, tenìas todo un historial de anècdotas

Anónimo dijo...

como te puede gustar T3? Es una basura...

Comboy dijo...

No se porque me siento aludido cuando dice "un amigo". Esas anecdotas de cina son bueeeeenas.

Cristina Dreifuss Serrano dijo...

Jajaja, no sé por qué la historia del amigo que te hizo caminar hasta miraflores me hizo acordar a un cierto conocido común... Y ERA ASÍ!

Yo tenía un cine-mate super bueno, un otro profesor en la universidad en aquellos tiempos en los que tenía un sueldo y ese me permitía ir al cine una o dos veces por semana.

El problema es que de pronto se empezó a dormir en toooodas las pelas, y como que ya perdió el chiste.

Mi mejor anécdota de cine fue cuando para el último estreno de Harry Potter (Order of the Phoenix) mi hermano y yo nos disfrazamos de deatheaters, con tanto pero tanto realismo que perfectos desconocidos nos paraban para tomarse fotos con nosotros. Genial, además, que jamás nos quitamos las máscaras.