El 3D fue una de las tantas modas pasajeras que pasaron por Hollywood, principalmente en los ochenta y principios de los noventa. Películas como Tiburón 3, Viernes 13 Parte 3, Amityville 3D (todas aprovechando el mismo número) y más adelante, la sexta entrega de Pesadilla, encontraron maneras de lanzar todo tipo de objetos hacia el espectador, desde mandíbulas de cetáceo hasta un cráneo reventado cortesía de Jason Voorhees, y así hacer que el público salte de emoción en el asiento.
Sin embargo, las películas resultaron unos bodrios, meras excusas para lanzar cosas en la pantalla; sin los simpáticos lentes rojiblancos de cartón, son dolores de cabeza asegurados, una certera irritación de la vista y ridículas en extremo. (Tiburón 3 de lejos tiene los peores efectos especiales que he visto) Así, el 3D desapareció tan rápido como llegó.
Aún así, la tecnología ha avanzado lo suficiente que ahora es posible filmar toda una película con el efecto tridimensional. Y así nace Viaje al Centro de la Tierra, una adaptación libre (muy libre) de la novela de Julio Verne, dirigida hacia un público infantil.
El viaje al centro de la tierra es una excusa para varias escenas de acción: una corrida con un tiranosaurio, una caída libre por un túnel, peleas con plantas carnívoras, una travesía por un mar repleto de pirañas gigantes y una alocada carrera por una mina que me hizo recordar horrores a la atracción de Volver al Futuro que había en los estudios Universal hace años. Y por supuesto, le llueven objetos al espectador: piedras, gotas de agua, llamaradas, en fin... hasta tenemos el honor de que Brendan Fraser nos escupa en la cara. Es interesante ver una película en este formato, pero en este caso, la novedad no puede soportar toda la duración.
Y es que más allá de su novedoso uso de la tecnología, el film no tiene mucho que ofrecer. No menciono la trama porque en este caso es lo de menos: un científico en busca de su desaparecido hermano, acompañado por el sobrino con el que se hace amigo y la linda rubia que obviamente es un interés romántico. Y nada más. Lo importante aquí son las escenas de acción, realzadas por el 3D y que, no se puede negar, tienen una gran imaginación, aunque estoy seguro que la novela de Verne da para algo tres veces más espectacular.
Es casi obligatorio ver esta película con los lentes. Si no, sus deficiencias se hacen mucho más aparentes, por más que los efectos (prácticamente todo es digital) sean bastante sólidos. Es perfecta para un público infantil, al fin y al cabo fue hecha para ellos: es un espectáculo de parque de diversiones e igual de olvidable. Para el resto, es una buena demostración de lo que puede lograr el 3D (confieso que salté del asiento unas cuantas veces), pero el formato todavía tiene que adaptarse bien al cine para funcionar del todo. Pero tiene potencial: imaginen una película de acción, con balaceras, explosiones y golpes, en este formato; ahora sólo falta que bajen el precio de las entradas porque por más novedoso y brevemente entretenido que puede ser, 25 soles es de todas maneras un abuso.
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