domingo, abril 27, 2008

Compra Godard! 15


Es cierto, estoy un poquito atrasado con la promoción, pero nunca está de más un poco de propaganda gratuita.

Ya se encuentra a la venta el número 15 de Godard, celebrando los 80 años del Oscar con un ranking de las mejores ganadoras de la codiciada estatuilla. Incluye además artículos sobre dos de los grandes protagonistas de la más reciente edición, Paul Thomas Anderson y los Hermanos Coen, premiados por Sin Lugar Para los Débiles.

Además: una mirada al western moderno a propósito de El Asesinato de Jesse James, el centenario de Bette Davis y un repaso de la filmografía de Paul Verhoeven, y por supuesto, las acostumbradas críticas a la cartelera local.

De seguro ya la habrán visto en su supermercado o quiosco favorito, y ¡¡son sólo 10 soles!! ¿La compras o no? Call it, friend-o.

Para los interesados, la revista ofrece un servicio de suscripción: cuatro números fresquitos enviados a tu puerta cada tres meses, y todo por la módica suma de 40 soles. Esto incluye un número anterior de cortesía (a partir del Nº 6) e invitaciones a Avant Premieres exclusivas para suscriptores.

Todo lo que hay que hacer es enviar un mail a suscripciones.godard@gmail.com con tus datos personales (nombre completo, dirección, teléfono, número de DNI) y depositar el importe en el Scotiabank, en la cuenta 015-7234089. Para mayor información llamar al 431-9079 o al 9791-9506. ¡Aprovecha!

domingo, abril 20, 2008

Zombies VS. Gangsters

Debe ser algo en el agua. No hay otra manera de explicar porque los japoneses tienen un cine tan entretenidamente bizarro; se atreven a hacer cosas que realizadores en otros países no tocarían ni con vara. Desde la matanza indiscriminada de quinceañeros en Batalla Real, de Kinji Fukasaku, hasta cualquier cosa hecha por Takashi Miike (Ichi The Killer, Audition, entre otras joyas), es un estilo de cine que promete cualquier cosa y que les garantizo, no se ve todos los días. Versus, de Ryuhei Kitamura, no es tan controversial como estos ejemplos, pero es una buena muestra de que los nipones tienen demasiada imaginación y algunos tornillos sueltos.

La primera vez que escuché de Versus fue descrita así: “película de zombies mezclada con película de yakuzas”. Fue todo lo que necesité oír para empezar mi obsesiva búsqueda. Pero hasta en los círculos más recónditos de la piratería limeña – donde se puede encontrar de todo – nadie había oído hablar de este film. La censura le pone jaques hasta la piratería, películas japonesas son bien complicadas de encontrar. Fue gracias a mi buen amigo y pirata iniciado Charly, que al fin pude hacerme de una copia. Tal vez me hice demasiadas expectativas, porque quedé con gusto a más; pero no niego que Versus es un amalgama de géneros demasiado entretenido.

La historia se inicia cuando dos reos escapados de prisión (nadie en esta película tiene nombre, lo que puede ser un problema cuando te des cuenta que todos los asiáticos se parecen entre sí) llegan a un bosque a encontrarse con una pandilla de mafiosos que los llevarán a un lugar seguro. Estos mafiosos también llevan una prisionera, lo cual no sienta bien con uno de los reos: tras una breve balacera, el saldo es un muerto, el cual en tiempo récord se levanta como un zombie putrefacto y empieza a atacar.

Verán, según la torcida mitología de Kitamura y compañía, el bosque es una de las puertas que conecta a la Tierra con el Otro Lado (o para ser más exactos, la puerta número 444 de 666 - ¡colecciónelas!), por ende, todo aquel que tiene la mala suerte de estirar la pata en este apacible lugar vuelve como un monstruo cojo y podrido con ganas de comer cerebros – esto incluye a toda la gente que esta colorida pandilla de yakuzas mató y enterró discretamente.

Lo que sigue después es una orgía de artes marciales, sangre, vísceras, humor negro, un trabajo de cámara hiperkinético y música electrónica a todo dar. Más que una película, esto parece un videoclip frenético, pero con estilo bastante contagioso. Nuestro “héroe” – lo digo entre comillas porque todos en esta película son unos granputas – es el clásico “anti” silencioso, que nunca sonríe, muestra una indiferencia total a todo lo que le rodea y no suda ni una gota al patearle el trasero a todo el mundo. Además, anda con uno de esos sacones negros que dicen “soy cool” y que deja volando al viento en los momentos más oportunos para darle ese pequeño toque de estilo. Pareciera que este tipo está tratando de hacerle la competencia a Keanu Reeves en Matrix.
Como dije antes, nadie acá tiene nombre, más bien todos son unos estereotipos pero exagerados a mil: la fémina de rigor, un miedoso que se la pasa corriendo y gritando, al mejor estilo de Hudson en Aliens pero con menos dignidad, otro tipo con los ojos saltones y la lengua afuera, que con su horrenda sobreactuación parece estar tratando de emular a Christopher Walken en su etapa más psicópata, un villano enfermo de tranquilo que parece tener más ganas de estar fumando un puro con un vaso de whisky que andar corriendo por un bosque rompiendo cráneos, hasta un policía “¡entrenado por el FBI, cazador innato y con reflejos 500 veces más rápidos que los de Mike Tyson!” Con todo esto, creo que ya saben de sobra que no se la deben tomar para nada en serio.

Si se hubiese quedado como la kinética película de kung-fu con toques de cine gore que se supone es, yo quedaba feliz – nunca está de más apagar el cerebro y disfrutar de entretenimiento poco convencional. Pero los japoneses nunca se quedan contentos con el espectáculo, siempre es necesario darle detalles a la trama que enredan todo el asunto y tratan de darle más peso. Así que, una vez que nuestro anti-héroe se cruza con el villano de turno, de repente la cosa se va a otro nivel, los zombies pasan a segundo plano y esto ya empieza a parecer Highlander en versión nipona.

Como resultado, la película – que pudo haber quedado perfecta como un corto de 45 minutos, incluso – dura dos horas y por más entretenida que pueda ser, el ver a un montón de yakuzas agarrándose a patadas en el mismo bosque por 120 minutos ya llega a cansar. Por lo menos, cada vez que Kitamura detiene las cosas para explicar algún detalle de la trama por medio de la rehén que sabe más de lo que aparenta, las cosas se ponen muy lentas – hace falta acostumbrarse.

Si te gustan las buenas peleas, cargadas con harto gore y estilo para derrochar, prueba con Versus, que demuestra que pasaría si John Woo y Sam Raimi decidieran hacer una película sobre Connor McLeod. No te hagas muchas expectativas y estarás bien. Ese fue mi error, aunque admito que para ver violencia estilizada con una buena dosis de lo ridículo (¿Qué otra cosa puedo esperar al ver a tres matones posar como los Ángeles de Charlie mientras balean a un montón de muertos vivientes?), el film de Kitamura me dejó más que satisfecho.

domingo, abril 13, 2008

Juventud Perdida


La inesperada muerte de Heath Ledger en enero se llevó tempranamente a quien, poco a poco, se estaba perfilando como uno de los mejores intérpretes de su generación. A pesar de parecer al principio otro nuevo galán cara bonita, empezó a demostrar lo contrario, primero con su pequeño pero importante papel en Monster’s Ball y luego como el confundido vaquero Ennis del Mar en Brokeback Mountain. Ha sido una pérdida de un talento emergente; mientras se prepara su esperada interpretación del Guasón en la próxima entrega de Batman, no queda más que pasar revista a su corto pero sólido currículum. Tal es el caso de Candy, un film independiente de Australia de bajo perfil. Es una de sus mejores actuaciones.

Esta es la historia de Dan y Candy, una joven pareja; él es un aspirante a poeta y ella es una talentosa pintora. Ambos son bohemios, enamorados y al parecer viviendo un romance de fantasía. El problema es que son heroinómanos y la adicción, poco a poco, los destruye.

En su retrato de una juventud destruida a causa de las drogas, el film no es muy distinto de la brutal Réquiem por un Sueño, de Darren Aronofsky. No llega a los límites impactantes de ésta, y el director Neil Armfield tampoco echa mano de los trucos de cámara y edición que Aronofsky usó para crear su chocante segunda película, pero el mensaje es el mismo y se llega a sentir.

Dan y Candy son una de esas parejas que uno quiere ver felices; es triste verlos sucumbir a su adicción, al punto en que la droga se convierte en su principal motivación, llevándolos a extremos cuestionables: él se dedica al robo y la estafa mientras ella se prostituye. Pronto, sus sueños quedan de lado y ambos se encuentran perdidos, sin brújula y dentro de un hoyo del que es muy difícil salir.

Sin embargo, Armfield cree en la redención; su visión no es tan pesimista como la de Aronofsky y a pesar del deterioro de su pareja protagónica, incluye un final que trae consigo una esperanza de recuperación y felicidad.

Películas sobre los efectos de las drogas y la adicción hay bastantes, y esta no busca cambiar el esquema. Su fuerte está en presentar a dos protagonistas humanos, con fallas, a quienes dan ganas de apoyar. Esto es gracias al buen trabajo de ambos intérpretes. Ledger hace de Dan un bohemio sin rumbo, de buenas intenciones pero incapaz de asumir responsabilidades consigo mismo y con su pareja. Abbie Cornish, por su parte, muestra valor y solidez en el papel de Candy, que sufre tal vez más que él. Una fuerte y cruda secuencia en la que ambos tratan de dejar la droga sin ayuda por tiempo prolongado – con chocantes consecuencias – deja claro el compromiso que ambos tomaron con sus papeles.

Candy es una historia fuerte y a ratos incómoda, pero no por eso menos fascinante, mostrando los nefastos efectos que pueden tener las drogas sobre la juventud en general. Heath Ledger, por su parte, ha dejado como legado un papel bien trabajado, una muestra de la capacidad de un actor que aún tenía mucho que dar.

miércoles, abril 09, 2008

John Rambo

Hace un par de años, el retorno del “Semental Italiano” Rocky Balboa a las pantallas no sólo revivió la alicaída carrera de Sylvester Stallone (empujado de lleno al mercado del directo al video), sino que le permitió darle un final digno y humano a un personaje maltratado por una serie de ridículas secuelas, cada una más tonta que la anterior. (Teniendo su cúlmine en un forzado discurso anti-comunista ante un clon de Gorbachov) Ahora Stallone continúa su buena racha desempolvando a otro de sus papeles icónicos, el ex veterano de Vietnam John Rambo, para una última aventura.

Casi 20 años después de su “ayudita” al futuro régimen talibán, Rambo vive aislado en la frontera entre Tailandia y Birmania, donde un ejército fuertemente armado reprime a la población en un genocidio interminable. Un grupo de idealistas (léase: idiotas) misioneros es capturado tras ser llevados por Rambo a la zona de conflicto y, acompañado por un grupo de mercenarios (carne de cañón), el ex soldado va en su rescate.

Es una trama simple, pero Rambo nunca ha sido un personaje demasiado complejo. Salvo el primer filme, donde John se encontraba chocado por su pasado en Vietnam e incapaz de funcionar en sociedad, las secuelas le han dado la única función de matar a quien se le ponga por delante y en este caso no decepciona. Puedo decir sin exagerar que esta es la película más violenta que he visto: Rambo masacra sin piedad a un ejército birmanés entero y Stallone el director no duda en mostrar la carnicería en toda su grotesca majestad. Es un estilo bastante crudo, que además muestra a los villanos cometer todo tipo de atrocidades contra gente inocente. Todo da como resultado una inyección de adrenalina imparable; si es que Sly quería demostrar los horrores de la guerra y su inutilidad, el mensaje queda bastante claro.

Hacía tiempo que no se veía una película de acción así: una trama simple y violencia sin parar, al mejor estilo ochentero, una década que Stallone conoció de cerca. Por más que se empeñen en criticarlo por mediocre, no se puede negar que sabe utilizar una cámara en beneficio de la acción.

Lo mejor es no buscarle sustancia y disfrutarla como una entretenida y descarnada película de acción sin parar; John Rambo al fin se da cuenta que es una máquina de matar, es para lo que es bueno y eso nunca va a cambiar: un final más que digno para otra figura icónica del cine de los ochenta y una segunda oportunidad para Stallone de volver a las grandes ligas.