miércoles, setiembre 13, 2006

La Jefa del Infierno

En la historia del cine, existen varios ejemplos de jefes infernales. Aquellos que tratan a sus empleados como cualquier cosa, abusan de su propio poder y en general son villanos irredimibles. Seres como Gordon Gecko (Michael Douglas) en Wall Street o Buddy Ackerman (Kevin Spacey) en Nadando con Tiburones son representaciones ficticias de aquellos jefes tiránicos que nadie quiere tener y a los que todos balearían sin pensarlo dos veces.

Ahora otra luminaria se une a las filas de los gerentes de terror: Miranda Priestly, editora de la influyente revista de modas Runway, en El Diablo Viste a la Moda, del debutante David Frankel, director de series de televisión como Entourage, uno de los más recientes éxitos de HBO sobre un actor de cine engreído y su collera de amigos vagos que se le suben al carro (Así es: no la veo).

Al igual que los ejemplos arriba mencionados, Miranda es Satanás reencarnado. Fría, seria, mandona, siempre recibe lo que quiere, capaz de mandar al piso toda una línea de ropa con un gesto, es la reina en un imperio frivolo y superficial donde todos sufren y están al borde del colapso por satisfacerla. Y así lo comprueba en carne propia Andy Sachs (Anne Hathaway) una idealista e inocente periodista (y no quedan muchos de esos) que, a pesar de querer estar en el New Yorker escribiendo historias de corte social, acaba en una revista de modas donde todos viven para la ropa y demás tonterías, cuando ella no tiene ni una pizca de fashion sense, como se lo hacen recordar todos los habitantes neuróticos y pesados de la publicación.

La razón de peso para ver esta película es Meryl Streep, que está sencillamente genial. Con un frondoso peinado estilo Cruella de Vil y un genio para hacerle juego (con la única diferencia que esta no mata perros), Miranda, por falta de una mejor palabra, es una perra desgraciada: abusa de todo el mundo sin reparos. Streep demuestra con este papel su versatilidad como actriz, todo en clave comedia (porque una persona así en la vida real sería para estrangularla). Tanto es así, que el film pierde mucho cuando ella no está en escena, y lo mismo va para dos de sus coestrellas: Emily Blunt como una sufrida secretaria malas pulgas y Stanley Tucci como un pesadísimo redactor.

Esta es una sátira sobre el mundo de la moda, un ataque a una industria que ya hace buen rato se lo tiene merecido, un mundillo de modelos tontas, más delgadas que perfil de galleta y que se imponen huelgas de hambre, un lugar donde sólo importa la ropa que usas y donde la pinta, lo es todo: lo que uno ve por Fashion TV cualquier día de la semana, un campo con muchos blancos fáciles para el humor.

Pero no contento con eso, Frankel se ve obligado a incluir un melodrama simplón que amenaza con hundir lo que estaba siendo una perfecta comedia ácida: Andy literalmente se pasa al lado oscuro, se convierte en otro esclavo de Runway y con el tiempo se llega a dar cuenta de sus errores. Nada nuevo por ese lado, y aunque al final amenaza con aburrir, hay un suficiente nivel de humor para compensar.

Y menos mal no quisieron humanizar a Miranda: dan razones por lo que ella es como es, pero no por eso se vuelve una samaritana sonriente: es una perra cuando la película empieza, y sigues con ganas de querer asesinarla al final. El Diablo Viste a la Moda es una hábil comedia, recomendada para reír un par de horas; más de uno verá algo de sus jefes en Miranda, la mujer que tiene un glaciar en las venas: con su sola actuación, Meryl Streep hace de ella un personaje memorable, hilarante y odioso sin rayar en la caricatura. Razón más que suficiente para echarle una mirada.

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