martes, junio 27, 2006

Más Cine Argentino

Siguiendo con la maratónica serie de Nuevo Cine Argentino, acá otras reseñas para tres filmes bastante variados...

Tan de Repente (2002) Dir.: Diego Lerman

Marcia es una gorda soñadora y solitaria, con una vida sin sobresaltos, hasta que conoce a Lenin y Mao, una pareja de lesbianas que primero la raptan y luego la acompañan en un viaje donde las tres aprenderán mucho sobre sí mismas. ¿Por que la gordita acepta? Para darle un poco de emoción a su gris vida, la promesa de aventuras y lo desconocido. Lo que al principio parte como una especie de thriller (esas dos lesbianas llegan a dar miedo y más de una vez pensé que Marcia no iba a salir viva del viaje) cambia de registro una vez las chicas llegan a Rosario para convertirse en un gentil drama donde las verdaderas personalidades salen a la luz y provocan grandes cambios. Una de esas peliculas donde pareciera no sucede nada, pero todas las acciones son internas: para los personajes, son cambios monumentales. No es el tipo de película que suelo ver, pero interesa y Lerman tiene mérito al poder volver simpáticas a dos dykes francamente desagradables.

Balnearios (2002) Dir.: Mariano Llinás

Un viaje a través de los pintorescos balnearios de la costa argentina es lo que propone este documental. Sitios que se han mantenido igual con el paso de los años, que sólo viven de verdad en temporadas de verano. Es una divertida mirada a las costumbres y los habitantes particulares de estos sitios, un universo ajeno al mundo exterior . Tras ver historias como un pueblo con la mitad de sus calles bajo el agua, o un majestuoso hotel con un sórdido pasado, uno queda con las ganas de ver más, pero es bastante entretenido. Presentado con afecto, es como una añoranza por estos balnearios que subsisten a pesar de que el resto del mundo los dejó atrás y como para reforzar esto, parece filmado por lo menos hace 20 años y narrado por alguien que a ratos parece estar emulando las poesías de Neruda.

Esperando al Mesías (2000) Dir.: Daniel Burman

Al principio me costaba entender de qué trataba esta película, hasta que me di cuenta que la trama es lo de menos. Cuenta las desventuras de dos personajes distintos afectados por la crisis económica argentina. El primero es Ariel, un joven de origen judío bastante apegado a esta comunidad, hasta que consigue un nuevo empleo que le abre las puertas de un mundo que él consideraba pequeño y le hace replantearse su futuro; luego está Santamaría, un ex empleado de banco que acaba sin empleo y en la calle, donde deambula tratando de ayudar a otros devolviendo documentos perdidos. El problema es que Burman nunca logra relacionar bien estas dos historias y ninguna de las dos logra levantar vuelo. Al final, lo que queda son algunos momentos entretenidos y una intíma mirada al estilo de vida de la comunidad judía en Buenos Aires. Si es que habia algúna segunda lectura o simbolismo, no los capté (aunque esto tal vez sea porque la vi en la mañana luego de haber madrugado y me moría de sueño). Por lo menos, hay tortilleo...

El cine argentino parece tener algo para todos los gustos. Para los interesados, bien valdrá la pena chequear estos tres filmes. Yo, por mientras, sigo con la (imposible) meta de ver una lista de 30 filmes gauchos antes de la quincena de julio...

miércoles, junio 21, 2006

Nuevo Cine Argentino

Como parte de un futuro artículo en la revista Godard!, cayeron en mis manos cuatro producciones del llamado "Nuevo Cine Argentino". No voy a tratar de explicar en qué consiste, ya que mi experiencia con el cine gaucho es bastante limitada. Pero lo cierto es que, para descansar un rato de producciones hollywoodenses, estas películas me gustaron bastante. Aquí, unas reseñas para cuatro filmes muy bien recomendados.

Un Oso Rojo (2002) Dir.: Adrián Caetano

Oso (Julio Chávez) es un criminal que ha salido de la prisión después de siete años, por matar a un policía durante un robo. De vuelta en una Buenos Aires convulsionada por la crisis económica, Oso tratará de reconectarse con su familia, especialmente su pequeña hija a quien no conoce. Y si piensan que en algún momento Oso acabará de nuevo metido en la vida delictiva de la que se está tratando de alejar, no se equivocan: estas películas sobre criminales que buscan la redención e irse por el buen camino son fórmula conocida, sólo que esta vez aplicada a la realidad argentina. Este sabor latino le aporta bastante frescura al asunto, que a pesar de caer en lugares comunes del género gana mucho centrándose en la naciente reláción entre el duro y callado Oso y su inocente hija. Julio Chávez brilla en una correcta actuación y para los más inquietos, hay algunas cuantas balaceras para subir el pulso.

Familia Rodante (2004) Dir.: Pablo Trapero

Una mirada a una tipíca familia de clase media de Buenos Aires, que parten en un improvisado road trip hacia Misiones para una boda. Dicen que si juntas a un grupo de personas en un espacio reducido por un tiempo prolongado, lo más probable es que se empiecen a decir cosas y ciertos sentimientos y secretos salgan a la luz. Lo mismo le ocurre a esta masiva familia: infidelidades, amoríos y distintas formas de pensar chocan en un viaje donde el destino no importa, sino lo que se vive. El estilo casi documental y el uso de actores no profesionales (la matriarca de la familia es la abuela de Trapero) realzan el sentimiento de estar viendo escenas de la vida real, con un grupo de gente que bien podrían ser nuestros vecinos. Y al igual que la realidad, no existen resoluciones concretas. Los percances que sufre el conjunto pueden parecer banales, pero son un fiel reflejo de lo que es la vida normal.

Los Guantes Mágicos (2003) Dir.: Martín Rejtman

Tenía toda la pinta de ser una de esas películas lentas de cine arte pretencioso, pero este film de Rejtman resultó ser una grata sorpresa. Es una hilarante comedia sobre un callado taxista llamado Alejandro, fanático de la música disco y enamorado de su auto de segunda mano, que en su búsqueda de un sentido para su vida se cruza con un grupo de personajes únicos: un actor porno adicto al fitness; un músico frustrado que obliga a todos a escuchar su único (y horrendo) CD; una chica fármacodependiente y en perpetua depresión, entre otros, todos metidos en una serie de enredos para salir adelante en una Buenos Aires golpeada por la crisis. Pudo ser una farsa ridícula, pero Rejtman trata a sus personajes con cariño y a pesar de sus excentricidades, parecen personas de carne y hueso, lo que le da al film una buena carga dramática. Un irreconocible Vicentico de los Cadillacs hace buen papel como el patético pero simpático Alejandro.

Un Año sin Amor (2005) Dir.: Anahí Berneri

Es 1996 y Pablo Pérez, un escritor gay enfermo de Sida recorre las calles de Buenos Aires en busca del amor verdadero, creyendo que no le queda mucho tiempo de vida. Pronto acaba metido en todo el submundo del sadomasoquismo, donde encontrará alivio a sus impulsos pero también serias decepciones. Esta película no es para todos los gustos, al mostrar el mundo gay bonaerense, desde cines porno, discotecas, hasta las fiestas S&M donde la cámara no esconde ningún detalle. Es mostrado tal cual es, desde la óptica de un joven soñador que no encuentra lo que busca. El mismo Pablo escribió un libro sobre sus duras experiencias con la enfermedad y fue el responsable de adaptarlo para el cine junto a la directora, lo que da como resultado un testimonio veridíco, a ratos dificíl de ver pero interesante. Ya quisiera Jaime Bayly escribir algo así de real, en comparación sus novelas sobre gays confundidos en una ciudad que no los quiere parecen telenovelas ridículas. Interesante, para los que quieren saber sobre el tema, pero de nuevo, no para todos los gustos.

Esta fue mi primera exposición al trabajo de estos directores, y fue bastante grato. El artículo implica ver muchas películas más, por lo que parece habrá más recomendaciones dentro del variado cine argentino de calidad. Cuatro filmes distintos entre sí, pero de visión obligada.

martes, junio 13, 2006

Once y Catorce

Desde que salió Pulp Fiction en 1994, varios directores han tratado de copiar el estilo fílmico de Tarantino en contar varias historias que se entrelazan en momentos claves y en desorden cronólogico. La gran mayoría de estos filmes también han sido tachados de copias baratas con pocos méritos, salvo excepciones como la genial Amores Perros de Gonzalez Iñarritu (que más allá de la estructura era completamente distinta).


11:14, del nóvel director Greg Marcks, es una de las más recientes en recibir influencias tarantinescas. Parte de una premisa simple: los eventos que llevan a un accidente en un pequeño pueblo y el grupo de gente que se encuentran metidos en el asunto. Mostrando 15 minutos en las vidas de un variopinto grupo de personajes, todos con distintos puntos de vista, Marcks logra construir un sólido divertimento en 90 minutos, claro que sin criminales ni balaceras ni nada que se parezca a los filmes de Tarantino.

En este caso, es una mirada de todo lo que puede suceder en uno de esos pueblos bicicleteros gringos en donde a primera vista no sucede nada, pero donde todos tienen sus propios secretos y motivos. Un padre sobreprotector, un conductor ebrio, un aspirante a ladrón, una chica más fácil que la tabla del cero, un sufrido policía y tres mocosos en una noche de diversión, entre otros, se cruzan en un momento fatidíco donde el destino y la ironía juegan un papel importante. Todo en un pueblucho tranquilo y apacible en algún rincón de Estados Unidos.

Estrenada en Lima con la horrenda traducción de Hora de Morir, puede dar la impresión de ser un fuerte drama o una película de suspenso, cuando en realidad se trata de una suerte de comedia negra (uno de los elementos claves de la trama es un pene cercenado de la manera más irreal posible), donde las coincidencias y la mala suerte se apiñan a cada rato. Lo divertido de este film es juntar las piezas del rompecabezas y ver la habilidad de Marcks para tejer varias historias en un solo momento de manera tan eficiente.

En estas épocas, donde la cartelera es dominada por los desechables entretenimientos del verano estadounidense cargados de efectos especiales y pocas sorpresas, algo como 11:14 representa una sana alternativa dentro de la poca variación del circuito local. Entretenida.


jueves, junio 08, 2006

En el sexto día del sexto mes del sexto año



De niño, me acuerdo de haber visto La Profecía de Richard Donner repetidas veces y cada una de ellas me daba escalofríos. La idea de que un inocente niño sea el Anticristo puede sonar bastante idiota (a menos que seas un fanático religioso que se sabe la Biblia entera) pero considerando que yo era un impresionable niño en aquellas épocas, esa música apocaliptíca, los benditos Rottweilers y la manera cruda en que la historia del pequeño Damián era presentada (no me costaba creer que podría pasar de verdad) fueron suficientes para hacer que hasta ahora, me acuerde con claridad de toda la película.

Y ahora, Hollywood nos presenta un remake y me tengo que preguntar: ¿Para que? El film de Donner tenía sus fallas, pero es un merecido clásico y en verdad, ¿es necesario hacerlo otra vez? Considerando que en aquella época los temas satánicos se habían vuelto populares gracias a filmes como El Bebé de Rosemary, pero hoy en día pasan desapercibidos, no creo tener respuesta.

Pero algún ejecutivo hollywoodense tuvo la brillante idea de aprovechar la fecha satánica: el 6 de junio del 2006, el famoso 666, la marca de la Bestia. Así, el martes fue día de estreno, algunas madres asustadas querían demorar su fecha de parto ("No vaya a ser que mi hijo resulte ser el hijo de diablo, pues hija") y las salas se llenaron al tope. La publicidad resultó y ahora entiendo porque quisieron hacer el remake en primer lugar.

¿Y la película? Bueno, no es mala, pero es EXACTAMENTE IGUAL a la anterior. La historia es la misma, los personajes los mismos y cualquiera que creció con la de Donner sabe de sobra que va a pasar, es como ver la misma película de nuevo, pero con mejores efectos, un estilo directorial más acorde con las nuevas generaciones (osea, más frenético) y algunos intentos de actualizarla para esta época - al parecer, el atentado de las Torres Gemelas y el tsunami en Asia fueron señales del Apocalipsis.

Por ello, La Profecía me dio lo mismo. Aún tengo esos recuerdos de infancia intactos, así que no me dio miedo (salvo unos tres momentos en los que pegué un salto hasta el techo), sabiendo que iba a pasar: el cura va a ser clavado al suelo por un asta y el fotógrafo va a ser decapitado de la manera más espectacular posible. Acá no hay una hoja de vidrio, pero no la hicieron mal. Y al menos, en ambas versiones, los mocosos llegan a dar miedo, aunque él nuevo Damián sólo tiene que hablar poco y poner cara de estreñimiento severo.

Esta película ha sido hecha sólo para aquellos que son demasiado jóvenes para recordar la original - y para hacer plata con una campaña publicitaria bastante obvia, que parece está dando resultados. Yo personalmente me quedo con la original, que tampoco será una obra maestra, pero me da cierta nostalgia y de seguro trae recuerdos a todos los que crecimos asustados con la posibilidad de que un niño inocente sea una señal del fin del mundo.