sábado, setiembre 16, 2006

Huevadas

Hace algunos años empezó a circular por Internet una simpática animación Flash donde tres huevos con manos y pies y con vestimentas sacadas de una obra de Shakespeare recitaban poemas mientras hacían brindis con vino. ¿Ya se acordaron? Conforme avanzaba el “recital”, quedaban progresivamente más ebrios hasta caer en un estado lamentable y hablando incoherencias, mientras que todos nos orinábamos de la risa.

Esto fue obra de los hermanos Gabriel y Rodolfo Riva Palacios, creadores de Huevocartoon, página residente de miles de animaciones con huevos de protagonistas. Más de uno se llevó una decepción al entrar y descubrir que había que soltar dinero para seguir disfrutando, (había que ejem, ser bien huevón) pero la popularidad de estos Flashes fue en aumento. Y como suele pasar con personajes populares que se expanden con merchandising por todos lados, en algún momento tenían que llegar al cine, y como resultado tenemos Una Película de Huevos, producto que al momento de su estreno en México venció en taquilla a un monstruo como Tom Cruise y su Misión Imposible 3. Aquí, verla en Polvos Azules parece ser la única opción.

Esta es la historia de Toto, un huevo que nace un día con la firme intención de ser un pollo en vez del desayuno. Acompañado por un soldado hablador llamado Willy y un pedazo de tocino mudo y algo bruto llamado, sorpresivamente y en un gran toque de originalidad, Tocino, parten en busca de las Granjas “El Pollón” (sin relación a cierto huarique de comida al paso local), pasando por miles de aventuras en el camino.

Lo que hacía entretenido a los Flashes era su humor de doble sentido y a ratos subido de tono – basta ver como ejemplo a los Huevos Poetas y sus alcohólicos recitales, donde mear en un vaso de vino y hacer alusiones sexuales demasiado obvias estaba a la orden del día. Sin embargo, eso es justamente lo que le falta a la película. En un afán por alcanzar al público infantil (que es el que más consume animación, desgraciadamente), este humor subversivo ha sido drásticamente removido para dar paso a algo para toda la familia, aunque aún quedan por ahí visos de los flashes. Sí, los Poetas hacen su esperada aparición, pero no es como uno espera; se extrañan otras luminarias como Osama Bin Huevo o los Huevos Rancheros, la versión Huevocartoon de Brokeback Mountain (Se nota que tengo tiempo para ver estas tonteras).

Para los más chiquilines, tenemos una moraleja: aprende a encontrar tu propio camino, sé leal a tus amigos, y no sé que otras sensiblerías más de las que estoy seguro aprenderán. ¿Saben que? Aún así, me gustó. Entretenida, al menos, pero de nuevo, para los más mocosos; no le llega ni a los talones a los flashes. Algunos momentos simpáticos por ahí: El libro “La Reencarnación es Posible” de Brian Maiz (Weiss), un huevo moreno (un huevo de chocolate que no encontraron la Pascua pasada) llamado “Huevay Segundo” y el agente secreto “Von. Hue Von.”. Digamos que uno se vuelve a sentir como un niño… un niño huevón, claro.

Admítanlo: da curiosidad. Los flashes están mejor, pero para entretener a tus sobrinitos, está perfecta. Frase para el bronce: “Eres como mi huevo derecho.”

miércoles, setiembre 13, 2006

La Jefa del Infierno

En la historia del cine, existen varios ejemplos de jefes infernales. Aquellos que tratan a sus empleados como cualquier cosa, abusan de su propio poder y en general son villanos irredimibles. Seres como Gordon Gecko (Michael Douglas) en Wall Street o Buddy Ackerman (Kevin Spacey) en Nadando con Tiburones son representaciones ficticias de aquellos jefes tiránicos que nadie quiere tener y a los que todos balearían sin pensarlo dos veces.

Ahora otra luminaria se une a las filas de los gerentes de terror: Miranda Priestly, editora de la influyente revista de modas Runway, en El Diablo Viste a la Moda, del debutante David Frankel, director de series de televisión como Entourage, uno de los más recientes éxitos de HBO sobre un actor de cine engreído y su collera de amigos vagos que se le suben al carro (Así es: no la veo).

Al igual que los ejemplos arriba mencionados, Miranda es Satanás reencarnado. Fría, seria, mandona, siempre recibe lo que quiere, capaz de mandar al piso toda una línea de ropa con un gesto, es la reina en un imperio frivolo y superficial donde todos sufren y están al borde del colapso por satisfacerla. Y así lo comprueba en carne propia Andy Sachs (Anne Hathaway) una idealista e inocente periodista (y no quedan muchos de esos) que, a pesar de querer estar en el New Yorker escribiendo historias de corte social, acaba en una revista de modas donde todos viven para la ropa y demás tonterías, cuando ella no tiene ni una pizca de fashion sense, como se lo hacen recordar todos los habitantes neuróticos y pesados de la publicación.

La razón de peso para ver esta película es Meryl Streep, que está sencillamente genial. Con un frondoso peinado estilo Cruella de Vil y un genio para hacerle juego (con la única diferencia que esta no mata perros), Miranda, por falta de una mejor palabra, es una perra desgraciada: abusa de todo el mundo sin reparos. Streep demuestra con este papel su versatilidad como actriz, todo en clave comedia (porque una persona así en la vida real sería para estrangularla). Tanto es así, que el film pierde mucho cuando ella no está en escena, y lo mismo va para dos de sus coestrellas: Emily Blunt como una sufrida secretaria malas pulgas y Stanley Tucci como un pesadísimo redactor.

Esta es una sátira sobre el mundo de la moda, un ataque a una industria que ya hace buen rato se lo tiene merecido, un mundillo de modelos tontas, más delgadas que perfil de galleta y que se imponen huelgas de hambre, un lugar donde sólo importa la ropa que usas y donde la pinta, lo es todo: lo que uno ve por Fashion TV cualquier día de la semana, un campo con muchos blancos fáciles para el humor.

Pero no contento con eso, Frankel se ve obligado a incluir un melodrama simplón que amenaza con hundir lo que estaba siendo una perfecta comedia ácida: Andy literalmente se pasa al lado oscuro, se convierte en otro esclavo de Runway y con el tiempo se llega a dar cuenta de sus errores. Nada nuevo por ese lado, y aunque al final amenaza con aburrir, hay un suficiente nivel de humor para compensar.

Y menos mal no quisieron humanizar a Miranda: dan razones por lo que ella es como es, pero no por eso se vuelve una samaritana sonriente: es una perra cuando la película empieza, y sigues con ganas de querer asesinarla al final. El Diablo Viste a la Moda es una hábil comedia, recomendada para reír un par de horas; más de uno verá algo de sus jefes en Miranda, la mujer que tiene un glaciar en las venas: con su sola actuación, Meryl Streep hace de ella un personaje memorable, hilarante y odioso sin rayar en la caricatura. Razón más que suficiente para echarle una mirada.

lunes, setiembre 04, 2006

El Cientifico del Sexo

Kinsey, de Bill Condon, es una biografía sobre un personaje muy poco conocido fuera del ambito cientifico norteamericano: Alfred Kinsey, biólogo de profesión que en la década del 50 realizó un controversial estudio sobre la sexualidad del hombre y la mujer, sin escatimar detalles y sacando a la luz varios aspectos que muchas personas preferían mantener en secreto.

Es un tema fascinante para un biopic, especialmente con un personaje tan complejo como el Dr. Kinsey. Brillantemente interpretado por Liam Neeson, al principio el doctor no es muy distinto a otros cerebros con aptitudes nulas para la socialización: se pasa todo su tiempo investigando y catalogando avispas, hasta su matrimonio con Clara (Laura Linney, en otra impecable actuación). Una desastrosa noche de bodas los manda a buscar ayuda y tras resolver el problema (una rápida circunsición), ambos nerds descubren lo dichoso que es el sexo.

Y así, Kinsey cambia de ramas para dedicarse a un exhaustivo estudio sobre la sexualidad del hombre y la mujer, a través de íntimas entrevistas y experimentos (osea, coito) a nivel nacional. Para una década tan conservadora como los 50, esto fue una cachetada, una revelación de cosas que la gente ni siquiera se atrevía a considerar. Kinsey luchó por dar a conocer sus estudios y los resultados valieron la pena: probablemente las clases de educación sexual hoy en día no serían lo mismo sin gente como él.

El film parte al principio casi como una comedia: la ignorancia de la gente sobre el sexo frente a la visión liberal de Kinsey (entre otros problemas que aquejan a los jóvenes, está la posibilidad de quedar embarazada con sexo oral o el poder contraer sifílis de soplar un silbato); sin embargo, llega un momento en que el experimento se le sale de las manos al buen doctor y uno se cuestiona si es que no es producto de un morbo: el promover el sexo libre entre sus ayudantes causa estragos en todas sus vidas personales y la publicación de un segundo tomo sobre la sexualidad femenina casi lo lleva a la ruina.

La película examina todo esto pero sin demonizar a su protagonista: lo que hace es morboso, a ratos enfermo, pero queda claro que es todo en interés de su investigación (como en una simbólica escena donde el doctor enfrenta a un pedófilo pero debido a su posición alejada y neutral no puede juzgarlo); que el hombre no se dé cuenta que se le sale de las manos es otra cosa. Kinsey es una película que recomiendo.

Es raro ver que, a pesar de los esfuerzos de gente como este doctor, hoy en día hay gente que aún considera el sexo un tema tabú y se pone roja al escuchar la palabra "pene" - esto unos 50 años después. Las cosas, al parecer no han cambiado mucho. Película interesante y porque no, hasta educativa.