jueves, setiembre 20, 2007

De la página al cine

Aunque un poco tarde, tengo que comentar un pequeño artículo aparecido en un medio cinematografico del ciberespacio...

Una noticia bastante corta, que anunciaba una futura adaptación de una novela de Paulo Coehlo y la preparación de otros dos proyectos basados en libros del mismo autor. El artículo finalizaba con una frase firme: "Es oficial. Hollywood se quedó sin ideas".

Me puse a pensar: ¿en verdad adaptar un libro a la pantalla grande es señal de no tener ideas? Personalmente no le encuentro nada de raro en querer adaptar una historia a un medio distinto y poder contarla a través de imágenes en vez de palabras, es algo natural. Además, está el hecho de que varias de las películas consideradas obras maestras o clásicos son adaptadas de o inspiradas por libros: El Padrino, Doctor Zhivago, Tiburón, El Exorcista y un largo etcetera. Y esto no sólo se aplica al cine hollywoodense; si mal no recuerdo, gran parte de la filmografia de Truffaut se basaba en novelas, por dar un ejemplo.

Más recientemente, está la trilogía de El Señor de los Anillos o la saga de Harry Potter, que se ha puesto progresivamente mejor; o las millones de adaptaciones de Stephen King que hay por ahí (la mayoría son mediocres, pero por ahí se escapa una buena). El punto es que las adaptaciones son cosa común y no tienen nada de raro.

Hollywood se queda sin ideas cuando decide hacer remakes inútiles; secuelas que nadie quería y adaptaciones tontas de alguna vieja serie de televisión que hacen a los antiguos fanáticos de las mismas darse cuenta de la basura que solían ver. ¿Pero los libros? Nunca se van a ir y algunos merecen adaptarse al cine. Acusar a la meca del cine de quedarse sin ideas por eso, es quejarse porque sí.

domingo, setiembre 02, 2007

Amor en Silencio

Tal vez sea mi falta de experiencia con este tipo de películas reflexivas y profundas (o con el cine de Kim Ki-duk en general), pero ver 3-Iron fue algo único. Una película extraña, bastante alejada de lo que normalmente se ve en una sala de cine, que me dejó perplejo y rascándome la cabeza más de una vez. Al final, la fuerza de este film está en los sentimientos que provoca y en lo que te hace pensar una vez que ha terminado.

Un joven vagabundo tiene un hobby bastante peculiar: irrumpir en hogares vacíos y por una hora, echar mano de todas las comodidades para luego lavar la ropa y arreglar cualquier artefacto que no funcione. Tras estas gracias a sus “anfitriones”, el joven se va, como si nunca hubiese estado en primer lugar. En una de estas aventuras descubre a una modelo abusada por su esposo que, fascinada por este estilo de vida, huye con él, dando pie a una peculiar y especial historia de amor.

Estamos ante dos personas solitarias, encerradas dentro de su propio mundo. Lo único que quieren es tener un contacto con los demás, en una sociedad de la que no se sienten parte. Para él, es viviendo temporalmente como parte de un hogar (se toma fotos con retratos de los dueños, para mantener el recuerdo); y para ella, es seguir a este joven que le ofrece una libertad que no conocía en casa. Con esta rutina, crean su propio universo personal, que nadie entiende – ni la policía que los arresta por trasgredir, ni la gente que los encuentra viviendo en sus casas, ni el violento y casi caricaturesco esposo de ella.

Es una relación basada en gestos y sentimientos, donde una acción dice más que mil palabras. Es más, los dos protagonistas nunca hablan, lo que los aleja más todavía de la realidad. Kim Ki-duk logra plantear una relación verídica y profunda a través de las imágenes, que son de una poesía y finura inexplicables. Estas dos personas, que pueden parecer alejados y olvidados por la sociedad, logran una conexión especial que una relación convencional no puede alcanzar.

El final toma una ruta casi sobrenatural, pero no vale la pena preguntarse que es lo que sucede. Tal vez una explicación no exista, ni sea necesaria; simplemente, estos dos amantes han encontrado la forma de estar juntos a pesar de los problemas, y que han alcanzado al fin ese paraíso que todos buscamos, donde no importa nada más que la otra persona; un estado de felicidad.

Aunque no para todos los gustos, Hierro 3 es una historia de amor mucho más convincente que cualquier filme romántico convencional. No encuentro mucho más que decir; es difícil de entender, pero tal vez no haya nada que entender. Es el sentimiento lo que cuenta, como en la vida misma y la poesía de esta película merece ser vista, siquiera una vez.